Contrato con el CEO enemigo
Contrato con el CEO enemigo
Por: Federica Navarro
Capítulo 1: Embarazada y abandonada

Dalila

Había tenido un accidente horrible, eso lo recuerdo perfectamente. 

Había sido estrepitoso, el auto estaba destrozado y volteado, había visto luces fuertes y estaba lloviendo.

Escuchaba voces de personas que comentaban que yo había sobrevivido, casi por un milagro.

Me habían sacado por una ventana, prácticamente arrastrada. 

Todo el cuerpo me dolía, pero especialmente mi cabeza, y no podía hablar bien.

En un momento estaba acostada en una camilla y sentía como me llevaban por un pasillo, yo observando las luces en el techo de lo que parece ser un hospital. 

—Doctor… parece estar embarazada—

—Ha perdido mucha sangre, no sé si va a poder sobrevivir el bebé—

Yo los escuchaba lejos, muy lejos, y solo veía borrones.

—No tiene identificación, ni número de contacto—

Yo no entendía nada de lo que ocurría, ni que pasó antes de ese accidente.  Tampoco recordaba nada más.

Luego de que me operaron estuve en coma varios días y cuando me desperté, era simplemente una mujer con pérdida de memoria.

Y la primera persona que había visto era él, Ernest.

Un hombre joven, atractivo, rubio, de ojos verdes, con dinero y muy atento.

Era un hombre de muy buena posición que solía contribuir en este hospital donde yo había terminado, en un pueblo a las afueras de la gran ciudad de Nueva York.

Siempre estaba preocupado por mí, especialmente por mi salud, luego del coma tuve que ir poco a poco mejorando mi condición y él había pagado todos los tratamientos.

Para mí él era lo más parecido a un ángel caído del cielo que había escuchado mis plegarias silenciosas. 

Por meses, nadie apareció buscándome, no coincidía con el listado de las personas desaparecidas... parecía ser un don nadie.

El médico me había dicho que había tenido un aborto… había perdido a un niño, el cual no recuerdo, y con todo y eso… la idea me dolía.

No tenía nada. En cambio, Ernest…  me dio todo, absolutamente todo lo que necesitaba: una casa y una familia.

Yo era ahora Nadia Díaz, sin pasado, pero con ganas de construir mi futuro. 

Había pasado un año del accidente, cuando él me confesó que estaba enamorado de mí.

Una noche simplemente llenó la casa de margaritas y vino con el anillo más espectacular que había visto en mi vida. 

¿Quieres ser mi esposa? Mi amor

Podía ver la emoción que había en sus ojos verdes.

—¡¡¡Sí!!!

Sentía que me podía desmayar de la felicidad.

No quise saber nada de mi pasado, ni quién era, ni que hice.

Solo quería ser su esposa, la señora de Ernest Smith.

Seríamos nuestra propia familia, en el futuro tendríamos... ese hijo o hija que perdí. 

Pero todo se vino abajo rápidamente.

—¡Cariño, no puedo creer que estemos en Nueva York! ¡Es la primera vez que me llevas de viaje y estoy tan feliz!

—Te prometí que te llevaría a celebrar nuestro compromiso y he hecho reservas en restaurantes, ¿estás lista?

—Sí, vámonos— contesté feliz.

De repente sonó su celular y me hizo un gesto para que esperara.

Jugueteé con mi vestido frente al espejo, deseando que terminara su llamada.

Unos minutos después

—Lo siento cariño, tengo una reunión urgente, espérame aquí, no vayas a ninguna parte, ¿ok? volveré pronto.

Él parecía nervioso, nunca lo había visto así. 

De acuerdo, estaré aquí esperándote

Salió de forma apresurada. 

Miraba por la ventana con una sensación de familiaridad y extrañeza.

Aunque él me había dicho que no saliera de la habitación, yo quería hacer que nuestra estancia en el hotel fuera lo más agradable posible, y se me ocurrió salir a comprar margaritas. 

Quizás... esta sería la primera noche que estuviéramos juntos, compartiendo la cama.

Nuestros besos habían sido maravillosos, así que estaba tan emocionada, como nerviosa. 

Nueva York me parecía como un monstruo gigante lleno de ruido, y al inicio caminaba muy nerviosa, haciendo preguntas y con mucho miedo llegué hasta cerca de una floristería.

Pero cuando salí e iba a tomar otra calle... mi cabeza empezó a dar vueltas, de repente la el lugar me pareció muy conocido.

Yo no había reconocido nada desde mi accidente… y sentí que me desmayaba. 

En mi cabeza escuchaba gritos, un sonido horrible de un auto resbalándose en la lluvia.

Mi corazón latía fuerte y respiraba agitada.

Había ya tenido un ataque de asma cuando me desperté luego del coma, e intuía que iba a empezar uno ahora mismo y que dentro de poco… no iba a poder respirar.

Caí de rodillas, las margaritas en el suelo y mis manos en el asfalto.

 Ya estaba en el hospital cuando escuché la voz de Ernest.

—¡Nadia! ¡Estaba tan desesperado!— me dijo, mientras corría a mi lado. 

—¡Ernest! Quería avisarte… me sentía mal, pero no sabía como, la doctora me pidió tu número…—le expliqué. Él había insistido en mantenerme alejada de todo para que no me preocupara. 

—Nadia… tenemos que salir de aquí… ahora mismo ¡Te dije que nunca fueras a un hospital! —decía él y casi que me sacaba de la camilla. Estaba tan nervioso e intranquilo. 

—Ernest… pero yo… prácticamente no podía respirar…— dije yo casi al borde de las lágrimas. 

—¡No sabes lo que has hecho!— decía angustiado.

Luego daba vueltas por la habitación, caminando de un lado a otro, tapándose la cara. 

Él siempre insistía en que yo no contactara a nadie, y que sobre todo... jamás, jamás fuera a un hospital, o a la policía. 

—¿Ernest... qué sucede...? ¿Por qué estás así?— le preguntaba.

Cuando en ese momento entró la Doctora y me dio una noticia que jamás había imaginado. 

—Señorita Díaz… debido a que ingresó al hospital sin documentación estuvimos procesando sus datos, así como sus huellas digitales…  y tenemos coincidencias con un caso de desaparición. Sus datos no me figuran como Nadia Díaz… sino como Dalila Ferrero— me dice y yo me quedo en shock. 

No podía ser, tenía que haber alguna equivocación.

Ernest había revisado todas las búsquedas y no había información mía en ninguna parte.

Pero la realidad es que... yo no recordaba nada de lo que había sucedido antes de despertar del coma.

¿Quién era Dalila Ferrero? 

—Esto… tiene que ser un error… yo— empiezo a decir viendo a Ernest que tiene la mirada perdida. Algo me dice que esto, no es del todo sorpresa para él. 

—Doctora, le suplico que nos dé un tiempo… Nadia y yo tenemos que conversar…— dice él angustiado. 

—He dado el aviso de que ella ha sido encontrada y es cuestión de tiempo de que aparezca la policía… y el esposo de la señora Ferrero… digo Dantes— dice ella y yo siento que se me va todo el aire de los pulmones. 

—¿Mi... mi esposo?— ¿Estoy casada?—

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