Evanora sintió que el mundo se volvía a colapsar sobre sus hombros, y es que ver a su cuñado de nuevo, con sus sobrinos ahora en su humilde hogar, era una mala idea que habían tenido, el problema es que el que Finn, su amigo y abogado lo estuviera acompañando, no pintaba a ser nada bueno.
—¿Qué hacen aquí? —ella rompió el silencio que los rodeaba.
Erin, al notar lo incómodo de todo, decidió tomar a los niños con cariño, Marcel se le quedó viendo por un segundo, como si ella fuera una extraña, y lo era, aunque en el archivo de Evanora cuando la mandó investigar, decía que ella era una de sus mejores amigas y la administradora de su restaurante.
—Creo que me llevaré a estos pequeños a la habitación de Eva —dijo Erin, buscando la aprobación de ella—. Para que puedan hablar con calma.
Marcel no estaba seguro, pero terminó por dárselos, viendo a detalle cómo Erin desaparecía de su campo de visión, cuando se llevaba a sus hijos.
—Siento mucho molestarte y llegar de esta manera, pero ci