Tu sangre hierve y mi cabeza explota.
Amelia
Me quedo en silencio. Observando su rostro. Tratando de comprender esa sola palabra que acaba de promocionar. Su mirada refleja satisfacción, como si su ego se sintiera victorioso, pero no son celos lo que me hacen cuestionar su promiscuidad, sino el hecho de que tenemos un acuerdo de por medio. Un acuerdo que ambos debemos cumplir por el bien de esta farsa.
—Se supone que somos un matrimonio "sólido" —Hago el gesto de comillas con las manos—. ¿Te parece apropiado que una de tus amantes me escriba mensajes? ¿Tienes la más mínima idea del escándalo que armaría y del ridículo que me haría pasar esta persona si se le ocurre abrir la boca con quien no debe? —cuestiono irritada y harta de que piense que todo tiene que ver con él y su maldito ego machista—. No, señor Falcó. No son celos, jamás podría sentirlos por usted, porque para eso tendría que estar enamorada y la verdad, es que usted no produce absolutamente nada en mí. —Su mirada cambia, c