El fuego arde entre los dos, consumiéndonos.
Sebastián
Miro la hora por centésima vez en el día y maldigo en silencio por lo lento que pasa. Devuelvo mi atención a los documentos que sostengo e intento enfocarme en lo que leo en ellos, aunque la imagen de mi esposa no sale de mi cabeza ni un solo segundo. Han pasado muchos días desde que la tuve entre mis manos, piel con piel. Sé que con otras puedo disfrutar del sexo como me gusta, sin embargo, desde que la probé a ella, es a la única que quiero.
—Señor. Señor. —Alzo la mirada cuando mi asistente me grita—. Disculpe, no me contesta el teléfono y ya tengo rato parada aquí hablándole —justifica.
—¿Qué quieres? —devuelvo la mirada a los documentos, mientras ella habla.
No obstante, mi cuello cruje al devolver la mirada hacia mi asistente.
—¿Quién dijiste que se encuentra afuera? —inquiero poniéndome de pie.
—La señorita Moore, dice que quiere verlo —repite—, le expliqué que usted no recibía a nadie sin cita, pero insistió y… le diré ah