Treinta y Tres

Amo ser el lobo en esta historia.

Sebastián

Rozo ligeramente con mis dedos la piel de su cuello. Sus movimientos se detienen al tiempo que se tensa. Noto como cambia su respiración provocando un sutil movimiento de sus senos al ir y venir llame mi atención.

—Buenos días, esposa —susurro muy cerca de su oído.

Toma aire por la boca.

—Buenos días, señor Falcó. —Sonrío.

—¿De nuevo soy el señor Falcó? —inquiero en tono divertido—. Supongo que me gusta y ya sé en qué situación me gustaría escucharlo. —Traga saliva.

Me muevo al asiento junto a ella y tomo mi lugar para desayunar. Con el rabillo del ojo la veo tomar una bocanada de aire. Me gusta ver como se arma de valor y seguridad, para luego deshacerse cuando le hablo. Me gusta saber que poseo el control de su cuerpo, aunque me lo niegue.

—Se va a quedar con las ganas, señor Falcó. No pienso caer de nuevo en su estafa. —Se pone de pie—. Que tenga buen día. —La sujeto del brazo antes de que pueda irse, tira con fuerza, pero no la suelto.

M
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