Margaret suspiró profundamente y habló en voz baja:
—Suspiro, ya soy bastante mayor. ¿Hay alguna razón para discutir con ellos o perder los estribos? Sólo quiero justicia para ti, para que puedas tener un futuro mejor.
—He dado a luz a varios hijos, pero nunca he tenido la oportunidad de estar rodeada de nietos. No sé qué pecado he cometido, pero uno a uno tus hermanos se fueron. Yo también he asistido. —Muchos funerales para mis hijos. Ahora todas mis esperanzas están puestas en vosotros y deseo una vida mejor para vosotros en el futuro.
Levantó la mano, que ya tenía el dorso arrugado, y acarició suavemente la cabeza de Ralph. Mirándolo con ojos amorosos, ella dijo:
—Tú eres mi legado y mi hijo. Quiero que vivas bien. Espero verlo algún día y partir en paz.
—¡Mamá, cumpliré tu deseo! ¡Vivirás hasta los cien años y tus mejores días aún están por llegar! ¡Estarás sana y tendrás nietos y bisnietos en el futuro! Ralph, siempre ansioso por hacer feliz a Margaret, tenía un cará