#4:

—Yudith, ¿dónde estás? El Señor Mendoza está preguntando por ti. Si no te presentas a trabajar pondrá tu puesto como vacante.

Yudith escuchaba entristecida las explicaciones de su amiga, y compañera de trabajo Lourdes García, a quien todos llamaban “Lola”.

—Es complicado.

—Tu padre se ha vuelto a meter en lios, ¿verdad?

—Algo así.

—¿ Cuantas veces debo decirte que ese vejestorio no se merece todo lo que hacer por él? Deja que se hunda en su m****a de una buena vez, y vente a vivir conmigo. Mi apartamento es pequeño, pero nos la arreglaremos.

A Yudith se le contrajo el corazón, dolorosamente.

—Gracias, lo pensaré.

—Bien. Entonces…¿qué le digo al Señor Mendoza?

—Nada. Que haga lo que quiera, no puedo regresar a trabajar gusto ahora.

—Comprendo. Oye, tu abuela vino por aquí ayer, estaba buscándote

—¿Mi abuela Gladys?

—Sí, me dijo que iría a verte a tu casa. ¿Ustedes no sé vieron?

Yudith se mordió inferior con fuerza.

Era imposible que ella y su querida abuela pudiesen verse, porque ella no estaba en su casa.

—No. Pero la llamaré, de seguro quería verme para algo importante.

—Bien. Cuídate mucho amiguis.

—Tu, también. Chao.

Colgó, y marcó con rapidez el número de su abuela.

El teléfono timbraba y timbraba, peto nadie le respondía.

Así que llenando sus pulmones de aire, Yudith llamó a su padre.

—¿Diga?

—Soy yo.

Su padre colgó, y ella liberó un gruñido.

Volviendo a marcar, esperó a que el respondiera.

—Si llamas para reclamar, estás muy jodida. No te daré ni un centavo del dinero que conseguí por la venta de virginidad.

Yudith arrugó el entrecejo.

—¡¿De qué demonia estás hablando?!- protestó.

—Supe, que un tipo rico te compró y te sacó del burdel. Si me estás llamando es porque tu benefactor ya se aburrió de ti y de seguro necesitas dinero para regresar de donde sea que estás.

Las lágrimas inundaron los ojos de Yudith, y su corazón se rompió en mío pedazos.

Una cosa era escuchar que su padre la había vendido, de los labios de gente poco confiable y criminales, y otra muy distinta era escuchar el odio en la propia voz de su padre.

—Puedes quedarte con ese sucio dinero, solo dime…¿ Has sabido alguna cosa de mi abuela?

Su padre rió a carcajadas.

—Oh, si. Tengo excelentes noticias. La vieja harpía vino a buscarte aquí ayer, le conté que habías Sido vendida a un burdel, y cayó desmayada.

—¡No!

—Pues sí. Llamé para que la enviaran a un hospital.- volvió a reír Anselmo.- la suerte me ha sonreído. ¡Tú me has provisto del dinero para vivir la vida que siempre me he merecido y ahora, por fin va a morirse esa bruja!

—¿En qué hospital está?- Susurró Yudith limpiándose las lágrimas.

—Lleva dos días enteros sin comer, mi Líder. Me temo que su huelga se hambre podría hacerla lucir demacrada y enferma, el día de vuestra boda.

Xavier comprimió su mentón.

Había salido de casa por a penas cuarenta y ocho horas, esperaba que al regresar encontraría todo listo para celebrar sus nupcias, sin embargo, lo recibía la noticia de una nueva burrada de su prometida.

Se maldigo mentalmente.

Nunca debió dejarse llevar por su corazonada.

Al asistir aquella noche a la subasta de vírgenes, no lo había hecho con la intención de comprar a alguna de las pobres chicas, sino para contratar los servicios de una mujer de mayor experiencia, una ramera experta y mentirosa que estuviese de acuerdo a fingir ser su esposa por el periodo establecido, recibir su recompensa, y marcharse sin mirar atrás.

Pero que fuera una mujer seria, y juiciosa. No una tonta veinteañera con ínfulas de princesita malcriada.

—Dile que venga a verme.- farfulló él, y su ama de llaves asintió. Saliendo de su estudio, para traerle a su caprichosa y berrinchuda prometida.

En pocos minutos regresó su ama de llaves, trayendo consigo a una pálida, ojerosa y despeinada Yudith.

Xavier la contempló con las cejas levantadas.

—Habla. ¿Qué carajos te pasa? ¿ Por qué te rehúsas a comer?

—Y a ti qué te importa.- Susurró ella son mirarle.

Xavier cerró sus manos en puños.

—Tienes razón, realmente me importa tres hectáreas de m****a lo que te pasa, pero pagué por ti, y espero…

—¡ Pues puedes meterte lo que esperas por dónde no te da el sol! Yo no pedí ser vendida, no pedí ser comprada! Y ahora, por culpa del infeliz de mi padre y por tu culpa, mi abuela está grave en el hospital San Vicente y no puedo hacer nada por ella!

Xavier arrugó el entrecejo.

—Te lo advierto, mafioso hijo de puta…¡o me liberas o mañana llevarás a cabo mi entierro en vez de nuestra boda!- explotó Yudith, temblando de ira.

Eso lo hizo sonreír.

—¿Tanto la quieres realmente?

—¿Mi libertad? ¡ Sí!

—Oh,no. No me refería a eso, sino a tu abuela.

—¡Pues claro que quiero a mi abuela!- sollozó, limpiándose las lágrimas.- me han informado que sufrió un infarto cardíaco y que podría salvar a través de una operación bypass.- ella comprimió sus labios, secándose las lágrimas.- sé, que con mis escasos ahorros y el poco dinero que le debe quedar a ella, no alcanzaría para pagar ese tratamiento.

Yudith tragó en seco.

—Pero si yo fuera libre, podría estar con ella. Mantenerme a su lado y sostener su mano hasta que Dios decida llevársela.

Xavier bufó.

—Hermosos sentimientos. Sin embargos, no hará falta nada de eso.

Él se puso en pie, acercándose a ella con lentitud, y tomando su lloroso rostro entre sus manos.

—Promete que te comportarás a partir de ahora. Jura que se acabaran tus perretas y tú mal comportamiento, di que te casarás conmigo y que serás una buena esposa…y yo me encargaré de pagar lo necesario para hacer que tu querida abuela sobreviva.

Yudith se separó de él, dando un paso hacia atrás.

—Primero quiero que ir a visitarla al hospital.

Xavier negó, moviendo su cabeza.

—Eso es imposible. Dame tu palabra y yo me ocuparé de todo, pero de aquí no sales hasta que estemos casados.

Yudith liberó un suspiro de resignación.

—De acuerdo. Lo prometo. Me comportaré a partir de ahora. Me casaré contigo y …

Él no la dejó terminar, rodeó sus caderas con sus brazos, la pegó a su cuerpo y la besó.

Esa noche, Yudith no lograba dormirse.

Habían sucedido demasiadas cosas ese día y estaba terriblemente nerviosa, porque al día siguiente se casaría con …él.

Xavier…

Era un hombre muy difícil de comprender.

La había comprado en el burdel, pero no para tener sexo con ella.

Le había propuesto matrimonio, pero no porque la amase.

La mantenía encerrada en esta enorme mansión, pero no porque estuviese en peligro.

¡Y la había besado!

Yudith se sonrojó.

Su beso había sido suave, delicado, casi cariñoso…y la había dejado temblorosa.

Durante su vida, ella había tenido intereses románticos y se había sentido atraída por varios chicos. Se había besado con algunos, pero nunca había llegado a hacer el amor con ninguno porque ellos perdían rápidamente el interés y la dejaban por chicas más abiertas y coquetas.

Yudith se mordió el labio.

Y ahora iba a casarse con un sujeto que era una masa ambulante de contradicciones. Por un lado la miraba con odio, y por el otro la besaba.

Por un lado, prometía no acostarse con ella mantener solo una relación por conveniencia, y por el otro la abrazaba y acariciaba, sonriéndole, y prometiéndole que todo saldría bien.

Ella liberó un suspiro.

Su futuro esposo era alto, de cabellera negra lacia, de ojos increíblemente verdes y unos labios rojos, carnosos y tentadores.

En otras circunstancias, tal vez ella se sentiría feliz de casarse con un hombre tan hermoso, pero lo estaba.

Xavier Farías era un mafioso.

Era un hombre peligroso y siniestro.

Era un secuestrador y chantajista.

Y era el hombre que tenía la vida de su abuela y la suya misma en sus manos.

***

 —Te noto tenso. ¿ No me digas que ya te arrepientes de tu elección de novia?

Xavier bebió de su vaso de whisky, contemplando a su buen amigo en Mark, quien había organizado está bulliciosa y descontrolada fiesta de despedida de solteros.

—Estos días han sido un infierno. Intentó escapar, me golpeó, se rehusó a comer, me gritó…en fin. Es perfecta.

—¿Perfecta?- Murmuró Mark, asombrado.

—No es para nada el tipo de mujer que me gusta. Sabes que las prefiero esbeltas, de cuerpos despampanantes y decidas. Mujeres con experiencia.

—Y peligrosas.

Xavier bufó.

—También rubias.- continuó Mark.

—Yudith es morena.

—Y para colmo es virgen, es chillona y protestona, toda una calamidad.

—Y es precisamente por eso, que no comprendo por qué dices que es perfecta.- farfulló Mark.

—Lo digo, porque no es ni por asomo el tipo de mujer que podría llegar a atraerme.

—Ha de ser un verdadero horror, entonces.     B. ¿Cómo vas a acostarte con ella  si ni siquiera te atrae?

—Será un matrimonio por conveniencia. Un mero arreglo por interés, nada más.

Mark palideció.

—No quisiera estar en tus zapatos ni por un mínimo instante, mi amigo. Ahora dime…¿ Qué harás si  en el transcurso de los próximos trescientos sesenta y cinco días te entra…no sé, una necesidad imperiosa de desahogarte? ¿Hmm?

—Bueno, siempre tendremos a estas chicas.- sonrió Xavier, haciéndole demás a una pelirroja y sentándola en sus rodillas.- ¡un brindis por las prostitutas!

—¡Salud!

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