- Y nadie cuestionó tu embarazo, ¿verdad? – preguntó Ben.
- Acerqué un poco la barriga. - Ella rió. - Me da un dolor infernal en la columna.
- Ben, tu comida es maravillosa. Simplemente no es mejor que el de Salma.
- ¡Descalificado! Me sacó la lengua.
Sonó la campana. Nos miramos, sorprendidos.
- No quiero compartir la comida. – Salma miró las cacerolas, temiendo que no se repitiera.
- Es que no ofrecemos. - Sugerí.
- ¿Y si es Sebastián? ¿Ofrecemos o no? - Ben estaba en duda.
- Sí, es mi hermano.
- Daniel también puede comer un poco. - Salma sacó una sartén, tratando de asegurarle una parte.
- No creo que sea Mandy, pero ella también tiene derecho... Incluso puede sentarse a la mesa con nosotros. Me levanté, preparándome para responder.
Abrí la puerta y me encontré cara a cara con Milena. Me quedé quieto, sin saber qué decir.
- ¡Hola Bárbara! Ella asintió tímidamente.
- Hola... - Nada más salió de mi boca.
Está bien, le pedí a Héctor que rompiera contigo, pero no fue para lastimarte.