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El aire acondicionado era agradable dentro del auto, aun así, Isabela no sabía si podía acostumbrarse a tener un chofer personal y ese tipo de lujos. Para alguien que siempre había tenido que contar el dinero para tomar el metro al día siguiente era difícil de asimilar. Se recostó en el asiento mirando por la ventanilla, hasta que…

-Alto- soltó de pronto.

El chofer no supo la razón de aquello, pero rápidamente frenó el auto y se giró hacia atrás preocupado.

-¿Qué ocurre?

Isabela entrecerraba los ojos en dirección al otro lado de la acera y su rostro se iluminó.

-Espera un momento. Vi algo que debo comprarle a Allen- ella exclamó entusiasmada y salió del auto rápido. Lo mejor es que aún tenía el dinero que Giovani le había dado esa mañana a raíz de todo lo que le había hecho. Ese hombre soltaba el dinero como si fuera papel. A ella no le importaba mucho siempre y cuando fuera limpio y cumpliendo su parte del contrato.

Y antes que el chofer pudiera decir algo, ella ya estaba cruzando la
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