85.
—No debiste insistir, Mat —comentó André, visiblemente molesto.
—No podemos seguir ignorando lo que ella vivió. No si queremos entenderla y, tal vez, enmendar algo —respondió Matthew con firmeza.
—En todo caso, se hace tarde para presentarse en la inauguración. Todo comenzará pronto —intervino el Rey, interrumpiendo el momento.
En el castillo, la reina se encontraba sola, observando aquella habitación que había preservado durante años como un santuario. Ahora le parecía más bien un monumento a su dolor, un símbolo de todo lo que no fue. Algo que jamás debió existir.
Antes de que Mariel abandonara el castillo, se encontró con el grupo de amigos que ahora parecían seguirla a donde fuera.
—No te vas a presentar con la familia real, ¿cierto? —preguntó Matías, como si ya lo supiera.
—No es mi familia. No pertenezco a ese palco —respondió Mariel con frialdad.
—Creí que les darías una oportunidad —dijo Héctor, algo decepcionado.
—Vine con esa intención… pero sólo confirmé que aún no estoy lis