Horas antes, ajeno a lo que sucedía con Alana. Izan se reunía con un escuadrón completo, sediento de desentrañar los misterios ocultos tras Jasiek y su padre. Ha investigado de su religión y no cualquier Americana puede pertenecer a su familia, un hijo de un Jeque y sucesor, casarse con una, sería una deshonra y de toda la caída de varios negocios. Los cimientos de los imperios, eran construidos por personas mayores, aferrados a su fe, leyes y creencias, y Alana no cree en Ala, de eso estaba seguro.
A puertas cerradas entre las sombras, cómplices de su equipo de confianza, Izan se levanta de su silla de ruedas y se desliza pensativo entre ellos, su presencia es una corriente eléctrica que recorre el ambiente.
—Nadie es santo en este mundo y cada uno guarda un esqueleto en su armario y sus trapos sucios también. Van a traer toda la información sobre este individuo, además de lo que Pavel solicitó— señala la pantalla detrás de él, donde se proyecta la figura del Sr. Rashid, rodeado de