XV
—Muy bien, ve a asearte, estás arrastrado —dijo de forma inexpresiva.

—No necesitas decírmelo, es algo que no tengo que esperar que alguien me lo ordene —respondió con voz gélida sujetando la mano de Sophie para apartarla y que lo suelte. Lo vio irse por la puerta dándole la espalda y cerrándola tras de él.

Se sintió diferente de las otras veces que habló con él. No parecía ser el mismo, estaba más a la defensiva. Como si de nuevo avivara una intrínseca hostilidad entre ambos.

—Por dios santo, no tiene remedio.

—Así parece algunas veces —habló Lily, llegando por la puerta. Se acercó llevando en su mano una bolsa tejida donde estaba la ropa que le había prestado a Lucyan, estaba limpia y planchada—. Me tomé la libertad de arreglarla.

—Muchas gracias —respondió de forma distraída, cada día le agradaba un poco más la serena actitud de Lily—, la dejaré por aquí por el momento —dijo colocándola sobre el escritorio.

Al fijarse sin querer, logró ver el libro de cuentos que le había deja
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