Capítulo 14

En cuanto llegué a la casa, un silencio sepulcral me recibió. No había nadie por ningún lado, ni siquiera los guardias de seguridad de la entrada, lo que me dio muy mala espina. Todavía tengo toda esa información que me dio el detective Francois dando vueltas en mi cabeza sin parar. Me es difícil de creer lo que encontró, pero más que yo no me hubiese dado cuenta de nada.

Recorrí la casa hasta llegar a la habitación de Noa, pero en lugar de encontrarla a ella, Agatha me recibió con una vaga sonrisa en los labios.

—Llegas a casa temprano, esposito —se cruzó de piernas y fumó pausadamente de su cigarro—. ¿Qué te trae por aquí?

—Deja de jugar. ¿Dónde está Noa?

—No se veía nada bien, por lo que decidí llevarla a un lugar donde estuviera a salvo. No queremos que nuestra gallinita de oro se muera, ¿o sí?

—No colmes mi paciencia y dime dónde la llevaste. Si hay alguien con quién debas desahogar todo tu odio es conmigo, no con ella.

Su mirada se oscureció en cuestión de segundos.

—¿Así de muc
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