Capítulo 3.

Bastian guardó el boceto, ya estaba prácticamente terminado.

Se dirigió a ese sitio donde nadie podía interrumpirlo. Una noche llena de tensión solo podía ser mermada ahí.

Se fijó en las piezas que había dejado a un lado de la metralleta a medio camino, el resorte en su mano fue limpiado con suma calma antes de colocarlo en su sitio, ensamblando la siguiente pieza. Se fijó en que estuvieran alineados, encajando la que tomó de su derecha. Debía ser muy preciso porque odiaba las equivocaciones.

Pero en cuanto la puerta se abrió se giró enfadado.

Enfado que tuvo sentido cuando se dió cuenta quién había sido la causante de acabar con su calma.

La nueva esclava.

Kiara arrastró los utensilios de limpieza y dejó caer el balde con agua que derramó, tomando el trapeador para esparcirla y poder limpiar. El bloque de hormigón detuvo la puerta y ella se giró estrellando su cara contra el torso de Bastian.

__ ¿No te enseñaron a no entrar donde no tienes permiso? - preguntó con voz gruesa.

__ Estoy trabajando. Sí lo hago mal, si no también está mal. - soltó el trapeador. - Pónganse de acuerdo. Hago o no hago limpieza.

__ ¿Quien te crees para hablarme así? - la hizo a un lado a las malas para ir a la puerta y quitar el bloque de hormigón. - Esta puerta no se abre.

__ Si no se abre la luz no entra. - añadió Kiara y él ni la miró. - ¿Porque quieres estar a oscuras? Y no me digas que es como tu corazón porque ya lo noté. - lo siguió. - Hay luz, podrías...

__ Si vas a limpiar, hazlo en silencio. No quiero escuchar tu voz dirigida a mí en ningún momento. - determinó y ella le hizo gestos en tono de burla. - Tienes un espejo enfrente. Trata de no hacer eso, si no quieres que te castigue.

__ No soy una niña niña para que me castigues. - refutó.

__ No son castigos para niños los que imparto. - contestó Bastian al borde de su paciencia.

Se volvió hacia su arma de nuevo tratando de concentrarse, pero los murmullos de Kiara eran los bastante fuertes para que él continuara escuchando, cosa que lo hizo querer ponerse tapones en los oídos.

Un trueno silenció el lugar por completo. Kiara por la impresión y Bastian...esa molestia en la parte baja del estómago lo tomó de inmediato. Escuchó que alguien mencionó lluvia y su rostro se ensombreció.

No le gustaban los días lluviosos. Crearon en él una amarga sensación que no disimuló ante nadie jamás, pero en ese instante lo mostró más. Kiara vio su interés en quitar un anillo del prototipo que tenía en la mesa y al no poder lograrlo desistió, yendo por una pieza que tomó entre sus manos de una forma que parecía querer encapsularse en otro sitio.

Ella sacó el anillo y se le entregó. Bastian la observó un momento, ¿no tenía miedo de nada acaso? Esa chiquilla era un enigma para él.

Sus labios carnosos y rosados, sin un poco de labial al menos. Sus cejas levemente rizadas y sus mejillas rojas, daban un aspecto tan inocente, pero a la vez tan perversas sus respuestas que algo en su tórax reaccionó. Se apretó tan fuerte que él trató de apartarlo, solo que no le fue posible.

Tenía la leve sospecha de haberla visto en algún lado, pero solo tomó la pieza y la envió a continuar con sus tareas. Oyendo su voz cantando de nuevo la misma canción.

Se enfrascó en eso, olvidando los truenos que dejó de escuchar, mientras para él solo existió esa voz cantarina que lo alejó, de alguna forma desconcertante de su tormento.

Trabajó más en el prototipo, mientras Kiara se puso en cuatro patas para juntar algunos aros que dejó caer accidentalmente. Bastian observó cómo el cuero del short le remarcó el trasero, ese escalofrío en su espalda lo hizo carraspear.

De nuevo.

Ni siquiera estaba en alguna lista de sumisas. Además con su insolente boca, no tenía madera para serlo.

__ Señor, su hermano llegó hace unos momentos. - avisó el asesor Marc, vio al sitio donde su jefe miraba y este simuló solo ser casualidad. - Niña, levántate.

__ Tiré algo y creo que es importante. - dijo acostada del todo para ingresar mucho más la mano bajo el estante de madera enorme, pero aún así no pudo hacerlo. Buscó algún objeto para alcanzarlo encontrando un destornillador entre las herramientas de Bastian. - Préstame esto.

__ Esclava, se te dijo cómo referirte a tu amo.

__ Ni que fuera perro. - exclamó Kiara sacando la última pieza que dejó en la caja que se abrió al caer y colocándola en el lugar en donde estaba. - Por cierto, ¿tienen perros? Vi que llevaban comida en unos...

__ Afuera. - ordenó el asesor Marc al verla tan familiarizada con su jefe, sabiendo que este podía tomar el arma en su costado y disparar.

__ Estoy diciendo que puedo cuidarlos. Santos me dijo...

__ No hay perros. - recalcó el asesor.

__ Pero...

__ Ve con tu matriarca. - dispuso.

__ Solo digo...

__ Esclava, obedece. - pidió más firme, haciéndose a un lado y juntando el trapeador para ella. - No te busques problemas. No estás para castigos, pero tampoco se te darán privilegios.

Ella caminó hacia afuera, arrastrando todo de nuevo. Bastian se dijo que era la persona más desastrosa conocida en todos esos años. Estaba mejor sin conocerla ni tratar con ella esas semanas. No podía ser que una orden la pisoteara a su antojo y no pensara en las consecuencias, al parecer no apreciaba tanto su vida como debería.

__ ¿En donde está? - Bastian preguntó por su medio hermano, se limpió las manos yendo a la salida, siendo seguido por su asesor.

__ En la sala, señor. Con la lluvia...aún se está quitando la ropa para ponerse una seca. - añadió para no volver a mencionar algo indeseable para su jefe.

__ ¿Ahora que hizo? - siguió el camino que llevaba su esclava.

__ Estaba borracho en las calles de Kiel, lo reconocieron por el sello en su cuello. - mencionó el asesor Marc. - Estaba bajo las influencias de drogas y el alcohol le causó muchos problemas. Es un milagro que no haya colapsado con tanto en sus sistema.

__ Pide que preparen el centro de rehabilitación. Lo llevaré ahí, no puede volver a lo mismo cada vez que se le antoje.

Kiara pasó con su trapeador en su mano y todo el ruido del arrastre de sus materiales, oyendo como alguien hablaba por lo bajo en la sala. Observó fugazmente, volviendo al frente, pero frenando en seco.

Tuvo que haber visto mal, se dijo. Eso no podía ser real. Pero cuando volteó nuevamente a la sala se dió cuenta que no era así.

Estaba ahí.

El hombre en quien confió y la abandonó cuando más necesitó de él se encontraba sentado, bebiendo algún cóctel desintoxicante, frotando su sien, abriendo los ojos solo para verla con el mismo asombro que ella tenía.

__ ¿Jonas? - su susurro fue tan bajo que este solo pudo ver el movimiento de sus labios.

__ Bebé, estás... - se levantó de forma abrupta. Mientras ella se alejó de inmediato cuando lo vió acercándose.

Casi corrió al salón donde estaba su matriarca. En tanto Bastian se quedó solo observando como su esclava huyó de su hermano... ¿Ellos de donde se conocían?

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