La cafetería de enfrente a la empresa solía ser un refugio tranquilo para Amara. Ese día, había decidido tomarse un respiro después de una intensa mañana de trabajo. El aroma a café recién hecho llenaba el aire mientras esperaba en la barra su pedido. Sin embargo, su tranquilidad se vio interrumpida cuando una figura familiar apareció en la entrada.
Leonidas, con su habitual sonrisa arrogante, caminó hacia ella como si fuera el dueño del lugar. Amara lo notó inmediatamente, su cuerpo tensándose al instante. Aunque no había tenido contacto con él desde su último intento de acercarse a ella, había aprendido a mantenerse firme en su presencia.
—Amara, qué coincidencia encontrarte aquí —dijo Leonidas, colocándose demasiado cerca de ella para su gusto.
—No es coincidencia, Leonidas. Esta cafetería está frente a la empresa, no es difícil imaginar que me encontrarías aquí —respondió Amara con frialdad, retrocediendo un paso.
Él soltó una risa seca, ignorando por completo su actitud defensiva