Sabrina y Gloria se dieron la vuelta y se encontraron con Aino, la pequeña niña extremadamente curiosa y feliz, estaba de pie allí mirándolas.
Los ojos de Gloria se iluminaron.
Ella siempre miraba a ese pequeño cofre de alegría desde lejos.
Sin embargo, nunca había conseguido una vista tan clara.
En ese momento, la niña estaba justo frente a ella.
Ella se arrodilló y atrajo a Aino a su abrazo. “Mi pequeña nieta. Mi pequeña y dulce nieta. Yo… Estoy mirando a mi nieta en este momento, parece que todo mi sufrimiento ha valido la pena”.
Sabrina lloró de alegría al verlas.
Kingston dijo detrás de ellas: “Señora, en realidad no se suponía que la pequeña princesa regresara tan pronto. El joven amo fue quien me pidió que la recogiera antes para animar a la vieja señora”.
Sabrina asintió. “Gracias, Kingston. Muchas gracias”.
Kingston negó con la cabeza. “Señora, estuve presente hoy en el hotel. Usted y su madre no han tenido una buena vida hasta el día de hoy. Señora, no se preocupe,