Cristhofer está boquiabierto al verla, es la mujer de sus sueños, hermosa y radiante, con una belleza inigualable, y con aquella alma tan transparente que lo hechiza.
Di Monti con sus manos sudadas, se acerca a ella. —buenas noches hermosa dama— habló muy caballeroso y educado, poniéndola más nerviosa
—Cristhofer…— menciona su nombre sin dejar de mirarlo a los ojos
—esta noche será tan especial, que no podrás olvidarla nunca y será quizás una más de tu colección de los pocos buenos recuerdos, pero lo importante es lo que estoy dispuesto hacer por mí esposa
—Cristhofer yo…— él la interrumpe y se acerca un poco más, quedando a escasos centímetros
—deseo tanto que… Puedas al menos fingir ser mi esposa, y así mi corazón regocijarse de tu cariño— Cristhofer lleva su mano derecha a la mejilla de Lena con mucha delicadeza dando una leve caricia, ella cierra sus ojos y pasa saliva, pero al sentir muy cerca la respiración de Cristhofer, hace a un lado su rostro, por poco y este la besa
—¿V