Desde que vi a Alicia no pude sacarla de mi sistema, la necesito únicamente para mi, necesitaba probarla, lamerle cada centímetro de su piel, sumirme entre sus piernas e inspirar su exquisito aroma.
Dios…
Cuando la tuve encima de mi , pude sentir la gloria entre mis manos, y aquel pedido de mi padre regresó a mi cabeza. Alicia es una chica guapa, tierna, con unas curvas que me vuelven malditamente loco y si puedo tenerla en casa como mi esposa no estaría nada mal.
Pero no me catalogo como un hombre de una sola mujer, y hacer daño a este hermoso ser humano no sería justo.
Así que tengo muchos pros y contras, sin embargo con ella a mi alrededor no pienso mucho en las consecuencias, así que me atreví a preguntarle de una vez por todas.
— ¿Quieres ser mi esposa?
Alicia me miró sin decir una sola palabra, se levantó de mi regazo y se sentó en su lugar, para seguir comiendo los tacos y la deje hacerlo.
Maldigo en lo más profundo de mi ser por haberle hecho esa pregunta tan imprudente,