Miro a los padres de Damián que esperan una respuesta expectante.
Obviamente, ambos quizás ya se hicieron una idea.
— Mis padres llevan una granja—respondo de manera simple y sin adornar la respuesta. Porque, sinceramente no hay nada de qué avergonzarse.
— ¿Una granja? — repite las palabras la madre de Damián antes de dar un gran sorbo a su copa de vino.
— Sí. Los productos de la granja se llevan cada semana al mercado local y allí mis padres despachan. Es algo que han hecho toda su vida.
Claramente, veo como me juzgan y la mirada de horror de Rose me molesta. No me avergüenzo de lo que hace mi familia para vivir. De hecho, me enorgullece.
— ¿Tú estabas al tanto de eso? — Rose desvía la mirada hasta su hijo que ha estado en silencio.
— Por supuesto—responde sorprendiéndome. Lo miro rápidamente antes de mirar a su madre.
— ¿Hay algún problema con eso? — inquiero sabiendo de ante mano la respuesta.
— No es lo que esperábamos— responde el papá de Damián claramente incómodo.
— Esto es boc