Lyla
Cuando llegamos a Rusia, me arrepiento de haber elegido un vestido por los muslos, el frío está que no se aguanta, más en este época de invierno.
Mi esposo a pesar de seguir con la mandíbula desencajada, sigue siendo un caballero. Me ayuda a bajar los escalones y por cortesía se quita el saco y lo guinda en mis hombros, haciendo que de forma inmediata su olor me envuelva.
Afuera del aeropuerto privado, nos espera un auto audi rojo y sé que posiblemente mi esposo lo mandó a buscar para tener privacidad.
Imagino que ahora sí me dirá algo con respecto a mis hermanos, pero apenas entramos ambos en el auto, sigue en silencio mientras me muerdo el interior de la mejilla con la ansiedad que tengo.
—¿Y entonces…?— rompo el silencio y por fin me mira
—¿Qué?— su rostro es serio y sé que anda preocupado.
—¿No me dirás nada?— mi voz es tímida e intento mover mis pestañas de forma inocente a ver si provocó algo en él.
Suspira y reduce la velocidad.
—Estamos por llegar, quédate siempr