Casada con el italiano
Casada con el italiano
Por: Ross Gil
Acepto

Lyla Zurco

—Acepto

Mis palabras envían un escalofríos por mi cuerpo, sabiendo que esas palabras, prácticamente son arrancadas de mi boca. 

Miro al hombre a mi lado, que me observa con sus ojos como rendijas, imagino que creyó que dudaría en el último momento. ¿Cómo dudaría? Si lo que está en juego es mi familia. 

Si no acepto esta jodida unión, comenzará una guerra entre mi familia y los Italianos. Parece que no tengo más salida, y para los Italianos, siempre se han dado los matrimonios por arreglo. Parece que vivieran en la época de las cavernas. 

Vuelvo a mirar al frente, y las lágrimas se acumulan en mis ojos, pero me niego a derramarlas. No les daré el gusto de verme sufrir. Por eso respiro hondo hasta que siento que se me pasa. 

Siento un hormigueo en mi cuello y sé que es Emilio que me taladra con su intensidad, pero lo miraré solo lo necesario, no porque le tenga miedo, sino porque sé que ahora mismo en la iglesia, está el hombre con el que verdaderamente quería estar, Raúl, el que me cortejó por largos dos años y cuando por fin decidí darle la oportunidad, me salieron con esto. 

Cuando le comenté, no podía creerlo, pensó que estaba bromeando con eso de "Matrimonio arreglado" obviamente no le dije los verdaderos motivos, el no sabe a qué se dedica mi familia, se lo diría eventualmente, pero ahora ya no importa. 

No sé porque se tortura viniendo, creo que en el fondo, pensó que diría que no. Sin embargo, no puedo retractarme. Mis hermanos menores pagarían las consecuencias, ellos no merecen estar en el medio de esta guerra, además sé que tendríamos todas las de perder. Mi padre solo cuenta con el apoyo de sus hombres, pero los italianos, tienen a la policía comprada y el apoyo de casi todo Estados Unidos. Por lo que sería una masacre. 

Cuando la ceremonia termina, y escucho el "puede besar a la novia" se me hace un nudo en el estómago, se supone que así no sería mi primer beso, que me guardé todo este tiempo, para el hombre que me gustara y con el quería compartir mi vida, ahora pienso que debí besar a Raúl en aquel momento que me lo pidió en la cafetería de la universidad. 

Miro a la multitud y todos están espectantes, pero lo que me hace sudar es la mirada dolida del hombre que está al final de las bancas, es como si le hubieran dado una bofetada en la cara. Siento como una mano se posa debajo de mi barbilla y dirige mi rostro al frente, los ojos oscuros de Emilio me traspasa y me dan una sonrisa maliciosa. 

No me da tiempo a pensar porque sus labios se apoderan de los míos de forma nada dulce, es como si un tornado me hubiera arrastrado y estuviera en el aire sin saber de dónde sostenerme, como si mis sentidos estuvieran siendo borrados y solo quedara la intensidad de su boca. 

No puedo comparar este beso con ningún otro, pero sé que no todos besan de esta forma. Escucho los aplausos y es cuando nos detenemos, estoy aturdida y siento que me falta el aire. Aún puedo saborear la menta de los labios de Emilio, su manos me rodea la mía para salir de la iglesia, y aprovecho de buscar con la mirada de nuevo a Raúl, pero él ya no está. ¡Se ha ido! 

El día de mi boda, me la imaginaba diferente. Si, sé que muchas princesas de la mafia, están destinadas a matrimonios por acuerdos, pero sabía que mi padre podría dejar que yo escogiera a mi marido. 

No niego que Emilio es muy apuesto, con su altura de 1.80, su piel almendrada y cabello oscuro, pero no es con quién quería estar, ¡Ni siquiera lo conozco! 

Apenas salimos de la iglesia, mis ojos buscan a Raúl como si pudiera ir detrás de él

—Yo mismo me encargué de qué se fuera— la voz de Emilio, me deja paralizada 

—¿qué? 

—Al idiota ese que creyó que podría merecerte— su sonrisa crece de forma malvada y a pesar de ser un imbécil, se ve atractivo —Llevo días siguiéndote, y sabía que se presentaría en la iglesia, le di la orden a mis hombres que después del beso, lo sacaran— Lo miro mal, y su sonrisa crece, pero me comienzo a poner nerviosa cuando se acerca mucho a mi, y su boca queda en mi oído —Ahora eres mía princesa, y aunque no me amas ahora, haré que pierdas la cabeza por mi. 

Mi corazón late frenéticamente en mis costillas y resoplo ante su comentario, si cree que por tener buen físico, me puede enamorar, se equivoca. Parece leer mis pensamientos porque me guiña el ojo y me dirige al auto que nos llevará al salón de fiestas. 

Es incómodo el montarme por todo el encaje que llevo, pero cuando lo logro, me acomodo lo más cerca a la ventana para no tener que mirarlo. Aunque parece difícil, porque cuando se sube él a mi lado, su perfume penetra todo el auto hasta meterse en mis fosas nasales, y todavía menos puedo ignorarlo, porque se pega a mi, haciéndome sentir el calor que desprende su cuerpo. 

Aunque estoy en silencio y sin mirarlo, siento su mirada en mi todo el tiempo. No puedo ni pensar como será mi noche de bodas, porque ni siquiera he visto un cuerpo masculino completamente desnudo, de alguna manera se espera de mi que me entregue, pero no lo haré por voluntad propia, no es este hombre al que deseo. 

Su toque en mi muslo, me saca de mis pensamientos. 

—Llegamos— ni siquiera lo había notado. 

Apenas nos bajamos, miro la cara enojada de mi padre que está regañando a mis hermanos, ya me imagino el motivo. Cuando nos notan, se ponen rígidos, pero les hago señas a mis pequeños gemelos para que no hagan nada imprudente. 

Apenas son unos adolescentes de 15 años, y sé que si no los controla mi padre, son capaces de armar una guerra por mi. 

—Que bueno que llegaron, todos los invitados los están esperando— mi padre es el primero en hablar, y sé que lo hace para aliviar la tensión que hay en el aire. 

Beso a mis hermanitos en la frente y cuando me dispongo a caminar hacia donde está dispuesta la reservación, siento una mano en mi espalda baja que no sé por qué carajos me hace estremecer. 

Lo miro de reojo y cuando veo su labio curvado hacia arriba, sé que notó la reacción de mi cuerpo. 

La noche es abrumadora, y más aún cuando ya estoy cansada de tantas felicitaciones de personas que ni siquiera conozco, pero tengo que aguantar como esposa de un futuro capo. Cuando se me escapa un bostezo, veo como Emilio se inclina hacia mi

—Si quieres nos vamos para que descanses— abro mis ojos con miedo por lo que se viene y niego con la cabeza para postergar el asunto y lo escucho reírse —Tranquila la mia farfalla— su susurro ronco es atractivo y sexy para mi propio bien, aunque no sepa que significa sus palabras —No te obligaré a nada que no quieras, hasta que tú misma supliques porque te coma el coño— escucho su risa gutural y cuando lo miro, está concentrado viendo mis piernas muy apretadas que ni cuenta me había da

do de que sus palabras me hicieron excitarme. 

¡Idiota! 

Capítulos gratis disponibles en la App >
capítulo anteriorcapítulo siguiente

Capítulos relacionados

Último capítulo