26. Señorita Ceridwen

El rostro de la mujer que entró en la oficina era severo y marcado por el paso del tiempo. Sus ojos parecían penetrar en el alma de Anastasia mientras la observaba con una intensidad que la hizo sentir un escalofrío.

—Alteza, perdóneme por interrumpir —dijo Avalon, el jefe de escolta del príncipe—. Pero necesito hablar con usted en privado.

Rhys asintió y se dirigió hacia la puerta, indicándole a Anastasia que se quedara en la habitación. La joven se sintió intranquila al quedarse sola con esa mujer desconocida y de rostro de piedra.

«Parece una gárgola», pensó Anastasia, aunque no cometería el error de expresarlo en voz alta.

Cuando Rhys y el jefe de escolta salieron y cerraron la puerta detrás de ellos, Anastasia se sintió aún más nerviosa. No sabía qué hacer ni a dónde mirar. Se quedó de pie en el centro de la habitación, sintiendo que el aire se volvía más denso a su alrededor.

—Así que usted es la princesa consorte —rompió el silencio la mujer.

Esto hizo que Anastasia diera un pe
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