—Madre.
Hank Brown entró cual torbellino y vio que su madre se desplomaba del taburete al suelo como si fuera un saco de papas. Con la velocidad de un jaguar, se lanzó hacia ella para ayudarla, pero sus piernas parecían dos flanes temblorosos.
—Mamá, ¿qué diablos te ocurre?
Hank Brown enderezó el taburete y ayudó a su madre a sentarse.
Sus ojos se posaron en la mirada complicada y enigmática que su madre dirigía a Liberty Hunt. Luego, su atención se desvió hacia la expresión atónita de su hermana y su rostro que se iba volviendo más pálido que una tortilla sin sal.
—Tía, ¿está bien?
Acompañando a Hank Brown estaba Jessica Yates, que preguntó con preocupación a Señora Brown.
Sus ojos volaron de nuevo hacia Liberty Hunt, con la intención de soltarle unas cuantas verdades. Pero, al ver a Elisa Stone, Jessica quedó paralizada, como si hubiera visto un chupacabras.
Elisa Stone era tan famosa como un mariachi en fiesta de pueblo, y aunque no reconoció a los demás, el alboroto alrededor de El