"¡Abre la puerta! ¡Déjame entrar!"
Bajo la mirada furiosa de Callum, Dalia ya no se atrevió a volver a llamar ciega a Isabela, pero insistió en entrar.
Callum contestó fríamente: —¿Estás sorda? Isabela ha dicho que no puede abrirte la puerta porque no puede ver. Si quieres entrar, abre tú la puerta. Si no puedes, quédate fuera.
—No tengo la llave, ¿cómo abrirla? La puerta ya está cerrada por dentro!
Dalia se puso rabiosa.
Si tuviera la llave, no tendría que inclinarse ante esa ciega y habría entrado ya.
Callum sostuvo a su prometida y le dijo amablemente: —Qué calor. Isa, vamos adentro.
Era como si no hubiera oído lo que había dicho Dalia.
Isabela también dejó que Callum la ayudara a volver.
—Ciega...Isabela, ¡abre la puerta! Es mi casa, ¡déjame entrar!
Callum giró la cabeza y la miró con ojos sombríos, y Dalia dejó de hablar de inmediato. Observó enfadada a los dos alejarse cada vez más hasta que sus figuras desaparecieron en la casa principal.
Dalia estaba tan enojada que dio unos pi