Capítulo 112: Por mi hijo.
El sonido de las bisagras resonó en el aire, cuando Franklin empujó las puertas principales. Sus zapatos sobre el mármol provocaron un eco en el vestíbulo.
La propiedad, alguna vez un retiro elegante de su familia, ahora parecía una ruina viviente. Olía a madera vieja y humedad.
El CEO Robinson, no tuvo que esperar mucho.
Desde la parte superior de la escalera principal, una silueta se notó. Un hombre alto, delgado, con una expresión gélida. Su cabello, antes oscuro, ahora rizado y teñido de rubio. En su mano derecha, sostenía un arma.
—Así que al final viniste —dijo Nicholas Robinson, con una voz rasposa, llena de burla.
Franklin levantó la mirada, su expresión seria y controlada. Se mantuvo erguido, con el saco ligeramente abierto y los dedos cerca del interior. Su mirada era la misma de siempre: firme, helada… peligrosa.
—No tienes salida —declaró el CEO, con voz baja pero firme—. Rodeamos cada punto. Mis hombres están en todas las salidas. Las autoridades vienen en camino.