Fuera de la villa Valenzuela, Alba, desde temprano, supo del paradero de Santiago a través de su tía y no pudo esperar para llegar a la Villa Valenzuela.
No le interesaba el funeral en lo absoluto, pero no le importaba utilizarlo como excusa para acercarse a Santiago.
En el interior del lujoso auto, Alba, vestida con un largo vestido negro, se aseguró de que su maquillaje especial estuviera impecable, se puso sus gafas de sol y salió del auto.
Observó a su alrededor y una pizca de decepción cruzó sus ojos al no ver a ningún periodista.
Suponía que con la posición de don Raúl, habría reporteros esperando afuera de la villa Valenzuela.
Si hubiera sabido que no había ninguno, habría contactado a los periodistas con anticipación.
Pero ahora, claramente era demasiado tarde.
—Está bien, la próxima vez que vaya a algún lugar, adelantaré información a los periodistas —se quejó Alba en voz baja a su asistente Saskia.
—No puedo creer que no haya periodistas aquí —continuó—. Si no fuera por…
Alba