—Ya lo sé.
Jose asintió, sin añadir más.
Teresa sintió que esto no podía seguir así.
—Ustedes vayan a dormir, yo me quedaré aquí esperando. No se preocupen, cuando despierten mañana, seguro mamá ya habrá regresado.
—¿De verdad? —preguntaron los dos pequeños al unísono.
—¿Por qué les mentiría? Hagamos un trato con un apretón de meñique entonces.
Teresa, manteniendo su compostura, finalmente logró calmar a los dos niños.
Javier y Jose decidieron regresar a dormir. Teresa los acompañó hasta su habitación y, al ver que ambos se habían dormido, salió de allí.
Al regresar al salón, observó la hora: ya era de madrugada.
El teléfono seguía sin funcionar. Tras pensarlo un poco, Teresa decidió llamar a Lucas.
Lucas estaba en el hospital, acompañando a Silvia, quien estaba en coma. La noche avanzada hacía que las personas que la acompañaban empezaran a cabecear de sueño, pero nadie se atrevía a cerrar los ojos.
El tono del teléfono móvil sonó, asustando a los presentes.
Lucas pidió disculpas, mir