Hospital
El tiempo transcurría minuto a minuto. Ana percibía cómo la inmovilidad entumecía sus extremidades, pero no se atrevía a moverse, mucho menos a alejarse. Temía que si se apartaba, su madre sería secuestrada nuevamente y desaparecería de su vista.
Desconocía cuánto tiempo había esperado cuando, finalmente, la puerta de la sala de urgencias se abrió y Teresa fue conducida hacia el exterior.
—Doctor, ¿cómo se encuentra mi madre? ¿Su salud está en peligro?
—preguntó Ana con ansiedad, acercándose rápidamente y asiendo el brazo del médico para formular su pregunta.
—La paciente se encuentra bastante debilitada, pero afortunadamente fue trasladada aquí a tiempo, por lo que ya no corre riesgo de muerte. No obstante, necesitará un buen período de descanso y debemos evitar que vuelva a ocurrir una situación como esta.
—respondió el médico con serenidad, mientras Ana escuchaba atentamente, buscando encontrar consuelo en sus palabras.
Ana asintió con fuerza:
—Gracias... gracias, doctor.