Teresa, parada fuera de la puerta, escuchó unos sonidos sordos provenientes del interior, lo que la hizo preocuparse.
—Ana, ¿qué te pasa?
Ana yacía en el suelo, consciente, pero sin fuerzas en el cuerpo y sintiéndose fría por todos lados.
¿Será que tiene fiebre?
Ana intentó levantarse con esfuerzo, pero su cuerpo estaba débil y flácido. Al no escuchar movimiento alguno en el interior, Teresa abrió la puerta y entró.
Al ver a Ana caída en el suelo, Teresa rápidamente se acercó para ayudarla.
—Ana, ¿qué te ocurre, te sientes mal? ¡No me asustes!
Ana quería decir que en realidad estaba bien, pero bajo su mareo y vértigo, sus palabras sonaban confusas.
Teresa inmediatamente llamó a una ambulancia y la llevó al hospital.
Cuando Ana llegó al hospital, su conciencia se volvía cada vez más borrosa. Escuchaba a Teresa preguntándole ansiosamente cómo se sentía. Quería decirle que no se preocupara, que estaba bien, pero no podía abrir la boca.
Así, yaciendo en la cama del hospital con la mente nu