Ana sostenía el brazo del doctor con la mano, dejándola caer desanimada. Sabía perfectamente que si el doctor decía algo así, las posibilidades de que su madre despertara eran extremadamente escasas.
El doctor la observó y solo pudo consolarla de forma rutinaria:
—Sin embargo, no deberías perder toda esperanza. Cuídala bien, al menos aún puede estar a tu lado. Quién sabe, quizás la medicina avance significativamente en el futuro y pueda mejorar.
Al escuchar esto, Ana, aunque dolida, asintió y miró agradecida al médico. Le dio las gracias y lo despidió.
Cuando en la habitación solo quedaron ella y su madre, Ana no pudo evitar empezar a llorar. Antes de esto, había estado rezando constantemente para que su madre estuviera bien, para que despertara. Si pudiera, estaría dispuesta a cambiar su propia vida por la de ella.
Pero al final, los cielos no escucharon su súplica y continuaron siendo tan crueles. Ana tomó la mano de Teresa y lloró en silencio. No supo cuánto tiempo pasó hasta que s