82. Domando mi Ruina
Stefanos
Johan no dijo más nada. Simplemente le dio la espalda y desapareció por el pasillo, como un lobo demasiado herido para seguir ladrando.
Me quedé allí unos segundos, respirando hondo, intentando contener la furia que aún latía bajo mi piel. Pero no era solo rabia lo que ardía dentro de mí.
Era ella. Solo ella.
Su olor era más fuerte ahora. Más cálido. Más dulce. Lo suficientemente denso como para adherirse a cada parte de mi ser, arrastrándome como una corriente invisible hasta la puerta de la habitación.
Giré el pomo. Abrí despacio.
Y allí estaba ella.
Sentada justo en el centro de mi cama, con las rodillas recogidas contra el pecho y el libro antiguo abierto sobre las piernas. El cabello suelto, cayendo en ondas desordenadas. La piel sonrojada. Y los ojos… llorosos, como si acabara de enfrentarse a un secreto que lo cambia todo.
"Stefanos..." Dijo mi nombre con una reverencia silenciosa. Como si le pesara demasiado pronunciarlo.
Cerré la puerta tras de mí.
"Entonces encontra