(Anastasia Clark)
Cogimos un total de veinte peces aquella mañana, y Nicky no dejaba de gritar cuando yo sacaba uno, parecía una loca, pero le emocionaba tanto o más que a mí. Él, por el contrario, había dejado de pescar y tan sólo nos miraba, parecía estar pasándoselo en grande.
A la una de la tarde, dejamos de pescar, metió los peces en la nevera, ante el sofocón de Nicky, que no quería que los matara, y luego sacó nuestro almuerzo.
- He traído unos bocadillos – aseguró, dándonos uno a cada una, mientras Nicky le miraba con cara de pocos amigos.
- A mí me dejas – se quejó, molesta – mata peces – él tan sólo sonrió, pero no bajó la mano con su bocadillo.
- ¿Qué crees que &i