Mateo había enviado el mensaje a Sofía con una sonrisa en el rostro, recordando lo bien que había sido la cita. Decidido a cumplir con su promesa de visitar a Julián, se preparó rápidamente y salió de su casa, caminando hacia la mansión Álvarez. Durante el trayecto, su mente divagaba entre los recuerdos de su tiempo con Sofía y la inquietud de cómo sería la conversación con Julián. Quería distraerse de lo ocurrido con Luciana la noche anterior, y pensó que ver a Julián sería una buena manera de alejarse de todo.
Al llegar a la entrada de la enorme mansión Álvarez, Mateo se encontró con dos guardias que lo miraron con seriedad, bloqueando el paso.
—Buenos días —dijo Mateo con cortesía—. Vengo a ver a Julián Álvarez. Él me invitó.
Los guardias se miraron entre sí, sin moverse.
—Lo siento, pero no tenemos ninguna instrucción de dejar pasar a nadie sin previa autorización —dijo uno de ellos—. Espere aquí un momento.
Mateo sintió cómo el ambiente se volvía un poco tenso, pero decidió mante