173. LA NUEVA MESERA

MÓNICA

No tenía por qué contenerme.

Aquí no vendría nadie y tenía a un Alfa buenarro y todo mío para violármelo la noche entera.

Me incorporé con las piernas algo suaves.

Me giré y lo empujé contra el colchón.

Este cuartito era pequeño y solo para mi uso personal.

Henry cayó con un golpe sordo, dejándose hacer.

Los pantalones aún enredados en sus tobillos sobre los zapatos puestos, de la primera vez que me empotró contra la mesa y comenzó a comerse mi coño para luego penetrarme tan rico.

—Quítate el calzado y toda la ropa —le ordené como su puta jefa, devorándome con la mirada los fibrosos y abultados músculos brillando en sudor, tan definidos y sexis.

Mi lengua salió a saborear los caninos puntiagudos que sentía crecer en mi boca.

Extrañaba tanto esta sensación del poder rugiendo en las venas y eso que yo solo era una Omega.

Abrí poco a poco los botones que aún quedaban intactos de mi vestido de enfermera.

Lo veía casi arrancarse a tirones el pantalón y patear los zapatos.

Sus iris l
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