Cristóbal la observa, desconcertado, como si acabara de despertarse de un sueño y no supiera en qué parte de la pesadilla se encuentra. En su rostro se reflejan confusión y preocupación, pero algo más, algo que no puede identificar, lo inquieta. –¿Señorita Úrsula, se encuentra bien? –pregunta, con preocupación, aunque un dejo de duda también lo acompaña. Hay algo en ella, en su actitud, que no lo termina de convencer.
Úrsula levanta la cabeza, mientras sus ojos brillan con una mezcla de sufrimiento y fingido agotamiento. Su respiración es irregular, como si le costara controlar las emociones que se escapan entre sus sollozos perfectamente medidos. –C-Cristóbal… yo… yo… –su voz se quiebra intencionalmente, dejando que las lágrimas caigan más rápido, y una mueca de dolor se dibuja en su rostro, como si todo el peso del mundo la estuviera aplastando. –Estoy bien, en serio… solo… solo necesito irme– Dice y se gira como si fuera a irse caminando sin rumbo, pero él no se mueve. Algo no cua