Era el quinto día en el Hospital Mercy. Ya había perdido la cuenta de cuántas veces recorrí los pasillos de este lugar, de cuántas tazas de café de la máquina de la planta baja había tomado, de cuántas veces desperté a las cinco de la mañana para llegar temprano y estar con Christian.
Mi rutina se había vuelto rígida: despertar, combatir la náusea matinal con las galletas que Anne había comprado especialmente para eso, bañarme rápidamente, y correr al hospital para llegar antes de que los médicos hicieran la ronda de las siete. Me quedaba ahí todo el día, saliendo solo para almorzar rápidamente en la cafetería cuando Christian insistía, y solo volvía a casa cuando las enfermeras me echaban gentilmente al final del horario de visita.
Los síntomas del embarazo se estaban volviendo más evidentes. La náusea matinal se había convertido en una compañera constante, y la fatiga era algo que combatía con pura fuerza de voluntad. Christian lo había notado, por supuesto. Él notaba todo.
"Zoey, n