Coloqué cuidadosamente el tenedor sobre el plato, dando por terminado mi desayuno. Luego me levanté y después de verificar mi imagen en uno de los muchos cristales, tomé mi mochila y salí de casa. Me sentía algo nerviosa pero también bastante emocionada, pues gracias a las extrañas influencias de Madame Mariel había logrado un lugar en una prestigiosa universidad de elite.
Fuera, en la calle, ya me esperaba un llamativo auto negro. Y junto a él, su conductor. Me sentí algo decepcionada al ver que no era el señor Demián, sino su amigo y ¿subordinado?
—Hola, Livy. ¿Estás lista?
Medio asentí. Desde la reunión con sus socios y el trágico final, apenas y había visto al señor Demián. Ese día hizo que Mad me sacará de la mansión y me llevara a casa, pero él no apareció nunca; de eso ya había trascurrido toda una semana.
Quería preguntarle a Mad sobre la rara ausencia de su jefe, pero tras pensarlo mientras me subía al coche, decidí que no. Él no me diría nada. Pero... pero...
—Mad,