Me abracé a las sábanas y suspiré profundamente, medio adormilada. Casi no me importaba estar desnuda al lado de un mafioso. La cama era tan suave y cómoda, muy diferente a mi desgastado colchón en casa. Cuando el señor Daniels se marchará, yo me quedaría un poco más y dormiría una larga siesta.
—¿Cuántos años tienes?
Fruncí el ceño, extrañada por su pregunta.
—18 años —dije con un bostezo. Me sentía tan agotada y algo adolorida.
—¿Eres estudiante?
Negué una vez. Mis parpados comenzaron a cerrarse.
—Ya no... Aunque, me gustaría ir a la universidad...
—¿Por qué?
Esbocé una pequeña sonrisa, a punto de perder la conciencia.
—Yo, solo quiero probarles que puedo ser alguien distinta a mi hermana.
Lo oí exhalar pesadamente. ¿Cuándo se iría?
—Supongo que realmente eres Lizbeth, la hermana de Katerin.
Asentí.
—Si, somos hermanas...
Me detuve en seco al darme cuenta de todo, y abriendo los ojos desmesuradamente, me alcé sobre los codos para poder mirarlo. Él permaneció sereno, es