El día siguiente comenzó con la misma rutina cálida y alegre. Jasmine llegó temprano, diligente y atenta, para ayudar a Rosanna a arreglarse. Poco después, Rubén y Violeta aparecieron con el desayuno en una bandeja, y los tres compartieron un momento en familia. Disfrutaron panqueques mientras Violeta enumeraba, entre risas y bocados, los antojos que quería para su cumpleaños.
Por primera vez, tenía voz y voto en su fiesta, y eso la hacía brillar. Sus ojitos chispeaban mientras parloteaba emocionada, imaginando los colores, los juegos y las sorpresas que deseaba.
Rubén seguía sin estar convencido. Las fiestas no le gustaban, y menos aún si implicaban riesgos de seguridad en su propia casa. Pero al verlas tan ilusionadas, y con Jasmine jurándole que Rosanna no haría nada que pudiera afectarla, cedió y llamó a la organizadora de eventos.
No quedaba mucho tiempo. El número de invitadas sería mínimo, tal vez algunas compañeras de la academia de ballet y unas pocas de la escuela. Pero incl