Mateo entró desde afuera, seguido por un grupo de personas. Su presencia imponente y su aura siniestra hicieron que todos retrocedieran instintivamente. Penny, que ya había planeado con anterioridad cómo arruinar a Lucía sin dejarle oportunidad de recuperarse, se quedó paralizada al instante con la mano en el aire al ver llegar a Mateo justo en ese momento.
En el instante en que Mateo apareció, el miedo se apoderó por completo de Penny, y no se atrevió a asestar la fuerte bofetada que tenía preparada.
—¡Señor Rodríguez! —exclamaron todos los empleados de la oficina, abriéndole paso rápidamente.
Mateo se acercó furioso, observando la escena caótica y a Lucía siendo sujetada como un perro. Frunció el ceño, su rostro se tornó sombrío y sus ojos oscuros recorrieron la sala:
—Si no lo estuviera viendo con mis propios ojos, pensaría que esto no es mi empresa, sino tu territorio personal—dijo con una voz siniestra.
El vicepresidente Ramírez palideció al instante, sintiendo cómo esas duras pa