Lucía se preguntó si él se imponía las mismas restricciones que exigía a ella.
Mateo frunció el ceño: —¿Yo qué?
Lucía lo miró, sin saber si debía preguntar. Quizás también le faltaba valor para enfrentar la respuesta.
Apretó los puños y desvió la mirada: —Nada.
Mateo notó que algo no iba bien con ella, que tenía algo que preguntar pero se había contenido. Claramente tenía algo en mente.
Estaba a punto de interrogarla cuando alguien golpeó a la puerta.
—¡Señor, señora! —llamó la empleada.
Mateo fue a abrir la puerta.
La empleada le entregó una invitación: —Señor, esta es una invitación de los Mesa.
—Ya puedes retirarte.
Mateo abrió la invitación. Era para el septuagésimo cumpleaños de Emanuel.
En todos los años que conocía a Emanuel, rara vez había asistido a sus celebraciones de cumpleaños.
Existía un entendimiento tácito entre ellos, y no solían molestarse mutuamente.
El envío de esta invitación indicaba que para Emanuel era una ocasión importante.
Debería asistir.
Además, debido a su