La asesina del tío había muerto. Ya no era necesario seguir investigando ni buscar pruebas. El caso quedaba cerrado.
— Señorita Pérez, hemos terminado con su declaración. Debería atender esa herida —aconsejó el policía.
La asistente añadió:
— Camila, eres demasiado considerada. Estás herida y en vez de ir al hospital, insististe en venir primero a la comisaría para aclarar todo.
Con los ojos enrojecidos y el rostro demacrado, Camila respondió:
— Ya no digas más. Ya está todo resuelto. Vamos al hospital ahora.
La asistente ayudó a Camila a caminar; aunque extremadamente débil, se mantenía firme.
Justo entonces se encontraron con Lucía.
Camila la miró y comentó:
— Qué coincidencia encontrarte en la comisaría.
Lucía observó detenidamente la herida en la palma de Camila y la sangre en su ropa:
— ¿Coincidencias? No faltan últimamente. Una persona ha muerto al caer, precisamente desde tu balcón.
Camila hizo una pausa y preguntó con fingida inocencia:
— ¿Te refieres a esa chica?
Se mantuvo im