Carolina miró a Mateo, que se encontraba pálido en la cama.
Si se había fijado en esta chica, significaba que aún no olvidaba a Camila.
Eso facilitaba aún más las cosas.
—Como Mateo está solo, ¿puedo quedarme a cuidarlo? —propuso Karen, con su atención fija en él.
—De ninguna manera —rechazó Carolina, no quería que se quedara—. Estás embarazada, debes cuidarte. Vendrás conmigo a la casa de los Rodríguez, Mateo tiene quien lo cuide. Tú solo preocúpate por ti misma.
Karen deseaba quedarse para cuidar a Mateo. Con Lucía desaparecida, quizás podría estrechar los lazos que me unían a él.
Pero ante las palabras de Carolina, no puedo insistir: —De acuerdo.
Su mirada revelaba su desesperación.
Cuando Mateo se recuperará y volviera a casa, podrían verse con mayor frecuencia.
Karen se aferraba a esa esperanza.
Carolina pensaba en Camila. Con Mateo herido y la relación con Lucía rota, era la oportunidad perfecta para que Camila se acercara.
Para ella, Camila era la única nuera que reconocía.
De