CAPITULO 15

Era la primera mañana tranquila desde que Cecil había vuelto a casa.

El aroma a jazmín flotaba en el jardín, y el sonido suave del viento entre las hojas le recordaba a Cecil lo cerca que había estado de no volver a escuchar nada.

Estaba sentada en el kiosko, con una manta sobre las piernas y su bastón descansando al lado del banco. Alejandro, a unos metros, cuidaba las flores. El aire entre ambos era cálido, suave, como si el tiempo por fin les regalara una tregua.

—¿Qué estás leyendo, bonita? —preguntó Alejandro acercándose con un termo en mano.

—Poesía de Benedetti. Hoy me siento como un verso suave, pero cargado de plomo por dentro —respondió, con esa sonrisa tímida que tanto lo desarmaba.

—Te entiendo... cada línea que sale de ti suena como fuego envuelto en seda.

Ella se rió bajito. Lo amaba.

Pero esa calma duró poco.

—¡CECIL! —gritó una voz desde la entrada principal.

Cecil se tensó. Alejandro se giró en seco. Iván, que salía del despacho, se detuvo en seco al verla. Rebeca.

Al
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