CAPÍTULO XVIII: HELADO

Cinco minutos para que el reloj marcara las seis, cuando Theo se despierta por una algarabía fuera de su casa. Se pone su suéter tejido holgado sobre su torso desnudo y se encima el pantalón deportivo que a veces usaba de piyama. El muchacho descalzo sale a la fachada de su vivienda para encontrarse con una abrumadora escena.

Adén ebrio con un intento de serenata, aupado por su amiga Marianna y quien conducía el carro estacionado era Josélo. El automóvil tenía música en su máximo volumen, mientras que el chico moreno manoteaba y era agarrado por su amiga.

Theo quedó pasmado, pero al volver en sí entró a su casa sin mirar atrás, omitiendo aquel trío cercano a su casa. Sin embargo, vuelve a salir para pedirles que se fueran, y descubre que el vigilante ahora era un nuevo integrante que luchaba por despachar a los allegados, ya que los habitantes se estaban quejando.

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