Fabiola se quedó atónita: —¿Cómo sabes que compré una corbata?
Benedicto miró hacia la bolsa y sonrió con picardía: —Lo adiviné, ¿qué pasa? ¿No quieres dármela?
—No es eso, solo que esta corbata es para agradecerte por la pulsera de jade que me diste, y ahora me das una caligrafía, yo... realmente no sé cómo agradecerte.
La garganta de Benedicto se movió con dificultad, y la tensión en su corazón se relajó.
—Entonces, ayúdame a ponerme la corbata.
—¿Qué, qué?
Las orejas de Fabiola se tiñeron discretamente de rojo.
Nunca había ayudado a ningún hombre a ponerse una corbata antes.
Porque ese gesto es muy íntimo, solo las personas cercanas lo hacen.
Y ahora Benedicto hizo esa solicitud...
—El próximo mes tengo que ver a mi padre, todavía estamos muy distantes entre nosotros, no parecemos una pareja de recién casados enamorados a primera vista. Así que pienso, si realmente quieres agradecerme, adapta tu rol de esposa con anticipación, para evitar que nuestras familias duden de nuestra relac