Preguntó Alejandro.
Patricia también se dio cuenta de que Benedicto estaba de mal humor: —¿Es por algo relacionado con Fabiolita?
Benedicto levantó la mirada y la desvió indiferente: —No es nada importante. Esta noche, ya sea algo que veas en el móvil o algo que escuches de alguien, no se lo digas a Fabiolita.
—Ella ha estado cansada todo el día, quiero que descanse bien.
Patricia y Alejandro se miraron y asintieron obedientemente.
Cuando Fabiola llamó a cenar, ambos se mostraron especialmente entusiastas en servir y preparar la mesa.
—Comencemos a comer.
Fabiola fue la última en sentarse.
Benedicto fue el primero en empezar a comer. Tomó un trozo de pescado, le quitó las espinas y lo puso en el plato de Fabiola: —Cariño, has trabajado duro.
Fabiola lo miró con desdén.
—Alejandro y Patricia todavía están aquí.
Patricia y Alejandro dijeron al unísono: —No te preocupes por nosotros, nos gusta ser espectadores de su amor.
Esa complicidad hizo que Fabiola no pudiera evitar sonreír.
—Parece