Benedicto miró a Fabiola con tristeza, pero sabía que tenía que dejarla ir.
Si quería que Fabiola se quedara a su lado, tenía que hacerla fuerte.
Solo un amor entre iguales podía recorrer la distancia más larga.
Benedicto besó su frente y dijo: —Cuando todo esto termine, dime qué regalo quieres y te lo compraré.
Fabiola pensó por un momento: —Aún no lo sé, te lo diré cuando lo decida.
—Está bien.
Fabiola salió sonriendo, pero al llegar a la puerta, se puso inmediatamente una mascarilla y su rostro se ensombreció, como si estuviera muy triste.
Benedicto, mirando desde la ventana, vio su perfil y sintió una mezcla de amargura y ganas de reír.
Al llegar al auto, Fabiola se dio cuenta de que había dos coches más detrás del de Vargas.
Preocupada, preguntó a Vargas: —¿Esos dos coches qué son?
Vargas, cada vez más hábil mintiendo, respondió: —La empresa, al ver las calumnias en internet, está preocupada por su seguridad, así que envió dos coches más para protegerla.
Fabiola se sintió conmovid