Su madre era una mujer muy tradicional, pero incluso así, no quería divorciarse de su padre.
Hasta ahora, seguían atrapados en un ciclo de infidelidad, descubrimiento, amenaza de divorcio y negativa.
Patricia siempre terminaba sus relaciones tan pronto como comenzaban, en gran parte debido a la influencia de sus padres.
Patricia sonrió amargamente: —Dices quizás, pero no tengo tanta suerte. Además, no me gusta sentirme atada, prefiero el proceso de la persecución.
Fabiola no sabía qué decir.
Patricia intentó sonar alegre: —No hablemos solo de mí. ¿Y tú y Benedicto? ¿Han vuelto?
Fabiola asintió: —Todavía planeo intentarlo.
Patricia la miró con envidia: —Cariño, eres mucho más valiente que yo.
Fabiola sonrió levemente: —No es valentía, es más miedo a perderlo que a salir lastimada.
Patricia se sorprendió: —¿Realmente te has enamorado de él?
Fabiola miró por la ventana: —Antes pensaba que mi amor por Cedro era amor, pero ahora sé que no lo era, era un amor hipnotizado.
—Todos decían que e