Después de que Francine salió como un huracán, dejando un rastro de indignación y miradas curiosas en el vestíbulo del centro comercial, Dorian permaneció donde estaba unos instantes, como si absorbiera el impacto de la tormenta que él mismo había provocado.
Ajustó el cuello de la camisa con calma y soltó un largo suspiro antes de volver al salón del desfile.
Allí, saludó a los organizadores con la naturalidad de quien está en el centro de su propio imperio.
— El evento fue un éxito — elogió, estrechando la mano de uno de los patrocinadores más influyentes. — Y quiero hablar de posibilidades futuras. Algo más grande. Nacional.
Ellos sonrieron, ansiosos, imaginando lo que el nombre Dorian Villeneuve podría aportar a los próximos eventos.
Él intercambió algunas palabras más, fortaleció lazos, sembró semillas.
Como siempre hacía.
— Por cierto, Villeneuve — dijo uno de los jueces al acercarse, aún con el gafete de la agencia colgado del cuello — espero que esté satisfecho con el resultado